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La
        gauchesca fue señalada, por críticos como Ricardo Rojas y
        Ángel Rama, como un sistema
        "paralelo" que se desarrolla a lo largo del siglo XIX. Es, en
        cierto modo, el gran género de la literatura argentina (con un trabajo
        específico sobre la lengua y sobre las formas), aunque al mismo tiempo
        es un género que resultó por mucho tiempo ilegible como literatura. Sin
        modelo europeo, la gauchesca nace y alcanza su plenitud en el siglo XIX
        y presenta dos rasgos que, en su simultaneidad, la definen
        contradictoriamente. Por su materia y por su pretensión mimética de la
        oralidad rural, remite a prácticas, saberes y decires tradicionales.
        Por su sistema de circulación, por su cruce con los grandes problemas
        sociales y políticos de su tiempo y por las operaciones que realiza en
        y con la lengua, se diría que está por delante de otras formas
        literarias coetáneas con las cuales, sin embargo, siempre parece
        colocarse en una posición de minoridad. La operación que define a la
        literatura gauchesca es la cesión, por parte del autor, de la voz al
        personaje gaucho. Esta lengua gauchesca en verso no es -como con
        sagacidad señaló Jorge Luis Borges-
        una mímesis de la lengua hablada por los gauchos como sujetos sociales,
        sino un producto retórico y literario, creado en y por el género. Se
        afirma que la gauchesca organiza un sistema literario paralelo porque,
        a pesar de que el texto más reconocido es el Martín Fierro
        (1872-1879) de José Hernández,
        hay una línea de textos y autores que organizan una tradición propia,
        desde las primeras hasta las última décadas del siglo XIX, aunque en
        muchos casos se trate de producciones anónimas. Un breve itinerario del
        género podría iniciarse en el virreinato. El canónigo Juan Baltazar Maciel (1727-1788) escribe
        en 1777 el romance "Canta un guaso en estilo campestre los
        triunfos del Excmo. señor don Pedro de Cevallos". El poema se
        aparta de la lírica culta para tentar una veta popular. Sus primeros
        versos ("Aquí me pongo a cantar / debajo de aquestas talas")
        presentan una fórmula que será común a la gauchesca y que llegará ya
        consagrada hasta el Martín Fierro. 
Los
        textos de Bartolomé Hidalgo (1788-1822)
        fueron clasificados según dos especies genéricas diferentes: los diálogos
        y los cielitos. El cielito proviene del estribillo "cielo,
        cielito, cielo", con numerosas variantes en su formación
        lírica. A través de ellos Hidalgo desarrolló su poesía militante
        durante las luchas por la independencia entre 1811 y 1816. Los diálogos
        (1821 y 1822), más escenográficos, presentan interlocutores gauchos que
        conversan (Jacinto Chano y Ramón Contreras) y una estructura más o
        menos similar: una introducción y una plática confidencial entre la
        gente del pueblo. Hidalgo deja marcado el camino para otras expresiones
        gauchescas. En la década del veinte pueden registrarse, funcionando en
        el interior del sistema gauchesco, los periódicos encendidos del Padre
        Castañeda; en la década del treinta los de Luis Pérez, rosistas,
        acompañan la lucha de facciones: El Torito de los Muchachos, El
        gaucho, La gaucha, El negrito, El toro del once,
        etc. 
Hubo,
        también, gauchesca unitaria, a través de Hilario Ascasubi
        (1807-1875), versos que el autor recopiló en 1872 bajo el título Paulino
        Lucero (del período 1839-1851) y Aniceto el gallo (del año
        1854 e inéditos). Una obra significativa es el Fausto (1866) de Estanislao del Campo, texto paródico, en el que Anastacio el Pollo
        relata a su compadre Laguna, como si se tratara de sucesos verdaderos,
        lo que ha visto en una representación del Fausto en el teatro
        Colón. 
En
        1872 José Hernández
        (1834-1886) publica, con inesperado suceso, el mayor exponente del
        género, El gaucho Martín Fierro. Siete años más tarde, en 1879,
        presenta la edición de La vuelta de Martín Fierro. Aunque son
        muchos los relatos y novelas que toman como protagonistas de sus obras
        a personajes gauchos, por ejemplo Eduardo Gutiérrez
        en sus folletines, estos textos, llamados criollistas construyen sólo
        de una manera muy limitada (a través de algunas voces o giros) una voz
        del gaucho. | 
jovenes les faltaron varios ejercicios, no quitaron hipervínculos y les falto justificar el texto por lo tanto esto les baja bastante calificacion tienen 7
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